28 (último capítulo de "Figuraciones en el fuego" de Antonio Delgado.

.....Oí la música y cerré los ojos. Aquel muerto había dejado un hueco enorme. Habría sido mejor morir entonces,
........................................antes,
...................................................cuando el teniente y sus hombres lo ataron al tronco del árbol erizado de púas. Sí, sí; ellos son. El capataz reía. Lo escupí a la cara; al teniente también. Aunque seguía escondido en algún rincón como una rata descomunal. Me cobraré, Muradas. Sí, capataz. Los escurría la saliva por el rostro. Los matarían a todos. Caerían acribillados en el patio del Rancho Freeman. No fusilen a Agustín Monzón; es inocente. Reían.



.....El rifle apuntaba desde la oscuridad. “No quiero que hablemos de estas cosas —dijo el hombre—, porque usted no comprendería.” Lo vi sentarse por ahí, sin dejar de apuntar. Me venció el sueño y creí, sin embargo, escuchar cantos y rezos, ruidos, los gritos de las grullas, ebrias, cruzando la noche sin destino y sin prisa.
.....La he buscado —le dije—; la he buscado, Rosario Selva.” Pero ella se esfumaba. De pronto se produjo: fue un estallido interminable
....................................................................que
...........................................................................le
...............................................................................abrió
.......................................................................................en
............................................................................................el
................................................................................................pecho
..........................................................................................................una
.................................................................................................................fisura infinita en la que regurgitaba el remolino de los años.
.....Iría a casa de Rosa Labrador. Tal vez ella supiera lo que había ocurrido.


.....Delante de mí, quieto, pendía Roque Luna; aquello que había sido Roque Luna. Porque un hombre muerto deja de ser hombre y es solamente un muerto. Lo descolgué. Lo envolví en su hábito y lo llevé a la iglesia; ahí sabrían qué hacer con su muerte.
.....Al cruzar la plaza te diste cuenta de que la música había cesado. Entré. Las mechas ardían aún, pero el recinto estaba solo. Lo coloqué con la cabeza inclinad, sin pensar. Luego salí hacia una noche tan silenciosa que el roce de mis zapatos contra el suelo se prolongaba hasta más allá del final de todas las calles. Por primera vez ni el viento soplaba. Se detuvo un instante: el Padre Absalón Calles lo miró desde bajo los naranjos y un perro se talló el culo alegremente y escapó saltando un juego imaginario.
.....El reloj marcaba las doce horas de la muerte de Altagracia la Cabra o la Relojera, y un hombre entraría a la iglesia con la espalda sangrante. Pero quizás ya no saliera del templo.
.....Cuando Roque Luna partió, la soledad fue distinta: regresaría flotando en medio de sus arrebatos de demencia divina; volvería. Ahora no; lo había dejado allí, sin la posibilidad del regreso, expuesto a los gusanos que le nacerían de sus propias entrañas de iluminado.



.....Salió huyendo del Contadero, incapaz de soportar el peso de una sentencia, después que un mierda muerto había buscado en él lo imposible. Pero pesaba el recuerdo de su padre, de una mujer enjuta, de una rata, de un maldito libro, de tanto, de tantísimo. Algo de todo eso le había restado continuidad a la vida. Las cosas inventadas habían rodeado a las verdaderas hasta devorarlas. Se estableció la confusión; la incertidumbre recubrió con finísima piel todas las huellas y caíste cada vez más hondo, te hiciste errante inconsciente, extranjero a donde ibas.



.....Iría a la casa de Rosa Labrador. Tal vez ella supiera. Estaría aguardándolo detrás de la puerta, fingiendo su locura, para mostrarle sus fotografías inciertas, sus flores resecas, su pomo de semillas, su cuarto deslumbrante, su laberinto: la seguiré a todos los sitio, aceptaré sus contradicciones y le diré que Altagracia la Relojera aún vive, pero que en vez de ordeñar cabras y hacer quesos ahora exprime estrellas en la Vía Láctea.
.....Caminó oyéndose caminar. La noche era intensa y extensa, pero se estrechaba. Insistí. Adentro se escuchó el jadeo como de dos seres amándose a ciegas, sufriendo, gozando la noche de bodas más senil de la historia, casi el despojamiento con la muerte. Altagracia la Cabra había perdido.
.....Caminaría de regreso, buscando sin pensarlo la salida del pueblo. Detrás de él quedaban el asco, el dolor, la ruina, el eco de él mismo arrastrándose por las calles vacías, su miedo, sus búsquedas y persecuciones inútiles, su intento de volver y entrar a la iglesia para indagar la guarida del cura y golpearlo no más que porque sí, obligarlo a que se orinara eternamente en el atrio, exigirle que absolviera a quienes esperaban con las rodillas peladas, llagados, invadidos de ternura, de rescoldos de juegos truncos; golpearlo, golpearlo; ser el gusano que lo roa, el fuego que lo consuma y lo haga renacer consumiéndolo.



.....—Ya se va, ya huye.
.....—Ya escapa ese Juan Muradas de mierda.
.....—¡Cérquenlo! ¡Que no escape, que no huya, que no nos deje Juan Muradas!



.....Al final de la calle, al principio de los límites del pueblo, vio la casa de Rosario Selva. No se sorprendió; sabía que lo contrario hubiese sido imposible. Entonces supo con certeza que nunca regresaría. Se borrarían las huellas; no el destello de las figuraciones. Llamó. Antes, él había estado ahí. Esperó a que le abriera, oyendo los aullidos de los perros.
...........Escupió.
.........................Antes.
....................................Junio, tal vez. Un mes herbario.
.
.....Abriría ella, no podría ser de otra manera.
.
.
.
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** "Figuraciones en el fuego" es mi novela favorita y es la principal razón por la que escogí estudiar una maestría en estética, mi tema de tesis -así como mi enorme empeño por estudiar el ritmo-, y por lo que buscaré estudiar algún doctorado en literatura mexicana.

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